CITAS

Hay días que amanecen sólo para que uno pueda seguir soñando. Días en los que uno siente que el lance merece la pena, que el latido sigue ahí y que ni puedes ni quieres prescindir de él, que es posible derrotar miedos y vencer temores. Días en los que la magia de una sonrisa acude para salvar tu alma. Días en los que un gesto cómplice o una mirada en eterna sorpresa son capaces de ordenar el desorden de tu mundo puesto del revés. Días en los no cabe más la ternura. Días en los que el tiempo se detiene y el resto del universo carece de toda importancia.

Hay días en los que uno se alegra de estar vivo. O de que exista alguien que le haga sentirse así. Vivo. (Pedro de Paz)






jueves, 15 de agosto de 2013

EL BANQUERO









Corría el año 1966 cuando el señor Gutiérrez consiguió llegar a Director General de la oficina principal de un banco suizo en Madrid, donde trabajaba desde la edad de catorce años. Escaló uno a uno los peldaños de la empresa con perseverancia y artimañas de lo más sucias. Ya desde muchacho apuntaba maneras e hizo del engaño todo un arte y de la codicia, una finalidad. Era un tipo alto, a simple vista bien parecido, embutido en trajes de chaqueta oscuro que podía pasar por un empleado de una funeraria. En su indumentaria solo variaba la corbata que según el día de la semana cambiaba de color. Esta característica tan previsible fue la burla de las empleadas del banco hasta que, sus ojos y sus oídos que habían desarrollado una capacidad para el espionaje que rozaba la perfección, pusieron fin a los comentarios. Ningún detalle escapaba a su supervisión y cualquier desliz podía ser utilizado para un despido. Sus cabellos oscuros untados con brillantina, le daban un aire de antiguo galán de cine de Hollywood, lo que supo aprovechar en su juventud. Sin embargo, su estilo ya pasado de moda y su carácter cada vez más agrio habían conseguido catapultarlo a los confines de la soltería. El rechazo permanente de las féminas de su entorno hizo que se volviera más agresivo y vil. Tenía una mirada maléfica que denotaba una perversa imaginación y disfrutaba haciendo de sus subordinados el blanco de sus envites. Su lengua viperina a las órdenes de una astuta serpiente, actuaba con un concienzudo método: adular, esperar y atacar. Ninguna presa se le escapaba. Su afilada nariz había desarrollado un olfato para los negocios, rasgo que tuvieron en cuenta sus superiores para un puesto tan importante. El señor Gutiérrez poseía unas manos grandes y bien cuidadas que utilizaba en sueño para apretar el cuello de cualquier sujeto molesto, y en la vida real para llenarse los bolsillos. Sus andares firmes y seguros denotaban su habilidad de no dar un paso sin meditarlo cuidadosamente. Pero sin duda, el talento más extraordinario del señor Gutiérrez era su amor desmesurado por el dinero que lo llevó a traspasar los límites más inverosímiles de la corrupción. Todos sabéis su trágico final; merecido o no, os toca ahora juzgarlo. Pero, sin duda  fue el más aplaudido.



miércoles, 14 de agosto de 2013

TENGO ALAS








—Tengo alas —gritó Santi dando vueltas alrededor de su hermana mayor. Desplegó su capa zigzagueando como un pájaro mareado.

—Déjame en paz. Estás ridículo con esa toalla al cuello y los calzoncillos por encima de mis leotardos. Te tengo dicho que no quiero que cojas mis cosas. ¡Eres patético!

Santi no consiguió entender el significado de aquella última palabra, pero lo que sí supo captar fue el tono despectivo con que su hermana mayor la había pronunciado. No era la primera vez que lo menospreciaba. Se quedó un momento pensativo y como si se le hubiera encendido una luz interior, espetó con decisión:
—Te lo voy a demostrar.

Eliana, echada sobre la cama, sonrió al oír aquel propósito, pero pronto dejó de prestarle atención al niño. Se imaginó en los brazos de Clark Kane. Pero, ¡qué guapo era el actor que lo encarnaba en la película que vio ayer mismo! ¿Cómo se llamaba? Era incapaz de recordarlo.
Mientras tanto, con la agilidad de un gato Santi trepó al alféizar de la ventana, la abrió de par en par y desplegando sus alas de ángel emprendió un vuelo sin retorno.