Corrían malos tiempos entre los depredadores: la comida escaseaba. Rondando
las lindes del bosque en busca de algo que llevarse a la boca, el Lobo se cruzó
con el Zorro enfrascado en esos mismos menesteres.
—A la buena de Dios, señor Lobo. ¿Anda usted paseando?
—Tengo prisa. Estoy en un negocio muy importante y no tengo tiempo de
entretenerme con vanas charlas —contestó el Lobo dándose importancia y
alejándose rápidamente, no fuera a ser que el astuto Zorro adivinara en que
negocio andaba metido.
Con estos pensamientos llegó a una granja. El Lobo era cobarde y recordó
la valentía de su amigo el Zorro. No se había percatado del granjero que vigilaba
desde el establo y se acercó medrosamente al corral en busca de alguna
rechoncha gallina. En lugar de un suculento manjar, se encontró una ráfaga de
disparos. Fue alcanzado en su pata trasera y salió corriendo con el rabo entre
las patas. Desanduvo el camino en busca de su amigo. Éste viéndolo
cojeando y maltrecho le dijo:
—¿Le salió mal el negocio, señor Lobo?
—He tenido algunos problemillas, nada importante; pero…
—Pues si no es nada importante, tampoco tengo tiempo de entretenerme con
“vanas charlas”—sentenció el Zorro pagándole con la misma moneda.
Moraleja: No te llenes innecesariamente de enemigos porque en momentos de
necesidad, no encontrarás a ningún amigo.
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