01. ESPERANDO LA MUERTE.
Los
días se suceden. Lentamente. Desde tu huída hacia el sur, estoy
a la espera. ¿De qué? Cada día me lo pregunto.¿Quizás debí seguirte aquel día
en que te fuiste? Sólo me queda el recuerdo inmortalizado en las fotografías de
la pared del cuarto que compartíamos, hace ya tanto. Tu recuerdo, Max, y
aquellos días felices con nuestros amigos, sonrisas, carcajadas, abrazos. Sólo
me queda tu ausencia, tu abandono en esta habitación vacía. Fuera la nieve se
hace más densa. El invierno ha dejado un paisaje tan bello como inhóspito. Hace siete meses que vivo apartado del mundo, subsistiendo en esta casa
deshabitada. Nuestra aventura se ha truncado. Las provisiones escasean. Espero
la muerte.
02. QUISE SEGUIRTE
Quise seguirte, pero al ver aquel cuerpo engullido por la nieve, me asusté. Ni siquiera me
acerqué a ver si se trataba de una
ilusión. De lejos, divisé unas ropas oscuras destacando
sobre un manto nevado. Corrí de vuelta a mi punto de partida, el corazón
encogido por no verte nunca más. Al saltar la cerca que rodeaba la casa, me
herí gravemente. El clavo que había quedado al descubierto se hundió en mi
carne provocándome una herida sangrante y profunda. Me siento solo, Max.
03.
HAY COSAS QUE NUNCA CAMBIAN
Desde tu partida, no he vuelto a pisar la segunda planta de la casa. Mi
pequeño habitáculo es el único lugar donde me siento protegido. Las
huellas de mi sangre derramada todavía persisten en el baño; sangre seca que
nadie limpiará, ni siquiera yo. Pero, hay cosas que nunca cambian: los dibujos de mi diario me recuerdan que necesito una mujer.
04.
DESESPERACIÓN
Un mes más de
soledad y me volveré loco. En mi desesperación, pierdo la paciencia. Ni
siquiera la música o el dibujo pueden aliviar este dolor. Siento rabia. Salgo
al balcón y al intentar estrellar la guitarra contra la balaustrada, distingo a lo
lejos una mancha oscura en movimiento que se acerca. La silueta de una persona cayendo en la nieve me devuelve la esperanza.
05.
COMPARTIR
A pesar del invierno, Chloé
llegó como agua de mayo. Tuve que reanimarla frotando su cuerpo para entrar en
calor. Sólo queda comida para un mes, quizás menos, ahora somos dos. La sopa le
sentó bien. Se durmió y me quedé observándola toda la noche. Mis oraciones han
sido atendidas.
Por
la mañana, recorté mi barba que había
crecido considerablemente estos últimos meses. No quería aparentar ser un
obseso sexual.
—¿Estás
mejor? — pregunté con voz tímida.
—Sí,
gracias —contestó ella.
—Me
has salvado la vida. He tenido mucha suerte. Mi nombre es Chloé, y tú ¿cómo te
llamas?
—Michel,
Michel Noyer. ¿Puedo dibujarte?
Se
rió al ver como cogía el lápiz entre mis dedos. Extendiendo mi brazo al frente,
calculaba la perspectiva. Simuló hacer lo mismo mostrándome su pulgar y una dentadura
perfecta.
—¿Eres
un artista? —me preguntó, mirando los dibujos colgados en la pared.
—Un
simple aficionado —dije levantando la mirada.
El cansancio había hecho estragos en mi rostro
después de muchas noches de insomnio.
06.
LA
VIEJA HERIDA
Hace
tres semanas que apareció Chloé. Hasta ahora, he conseguido ocultarle mi vieja herida. Esta mañana, me tocó el antebrazo y emití un grito que no
pude reprimir. Se dio cuenta que llevaba una venda.
—Confía
en mí, soy enfermera y he visto en el hospital heridas aún más grave que ésta —me dijo
viendo que apartaba mi brazo con recelo.
Después,
se lo entregué y al destapar la herida se horrorizó. Luego, se enfureció:
—¿A
qué juegas? Eres un inconsciente. ¿Crees que no me he dado cuenta que apenas
comes? La herida está infectada, ¿sabes que esto te podría costar la vida?
Corrió
a la búsqueda de cualquier cosa que pudiera utilizar como instrumental
quirúrgico: un cubo de agua caliente, cubiertos, botellas de ginebra, aguja,
hilo, tijeras, vendas…
07.
EL VIAJE
Esta
mañana, en el desayuno, Chloé me enseñó un mapa de la región con un trazado
señalado en rojo. Le pregunté de qué se trataba. Contestó con calma y sangre fría: “Las provisiones se han
acabado, sólo nos queda una oportunidad de supervivencia, planear nuestro
próximo viaje hacia el sur”. Me inquieté: los caminos del sur eran inciertos. Las
imágenes del cuerpo de Max sobre la nieve volvieron a atormentarme. Sentí la mano de Chloé sobre la mía y sus labios me aseguraron: “Confía en mí, la vida es una aventura, la única que merece la pena ser
vivida.”
Me gustaría conocer vuestros comentarios. Un saludo.
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