Corría el año
1966 cuando el señor Gutiérrez consiguió llegar a Director General de la
oficina principal de un banco suizo en Madrid, donde trabajaba desde la edad de catorce años. Escaló uno a uno los peldaños de la empresa con perseverancia y artimañas
de lo más sucias. Ya desde muchacho apuntaba maneras e hizo del engaño todo un
arte y de la codicia, una finalidad. Era un tipo alto, a simple vista bien parecido, embutido en trajes de chaqueta oscuro que podía pasar por un empleado de una funeraria. En su indumentaria solo
variaba la corbata que según el día de la semana cambiaba de color. Esta
característica tan previsible fue la burla de las empleadas del banco hasta que,
sus ojos y sus oídos que habían desarrollado una capacidad para el espionaje
que rozaba la perfección, pusieron fin a los comentarios. Ningún detalle
escapaba a su supervisión y cualquier desliz podía ser utilizado para un
despido. Sus cabellos oscuros untados
con brillantina, le daban un aire de antiguo galán de cine de Hollywood, lo que
supo aprovechar en su juventud. Sin embargo, su estilo ya pasado de moda y su carácter cada vez más agrio habían conseguido catapultarlo a los confines de la soltería. El rechazo permanente de
las féminas de su entorno hizo que se volviera más agresivo y vil. Tenía una mirada maléfica que denotaba una perversa imaginación y disfrutaba haciendo de sus
subordinados el blanco de sus envites. Su lengua viperina a las
órdenes de una astuta serpiente, actuaba con un concienzudo método: adular,
esperar y atacar. Ninguna presa se le escapaba. Su afilada nariz había desarrollado
un olfato para los negocios, rasgo que tuvieron en cuenta sus superiores para
un puesto tan importante. El señor Gutiérrez poseía unas manos grandes y bien
cuidadas que utilizaba en sueño para apretar el cuello de cualquier sujeto
molesto, y en la vida real para llenarse los bolsillos. Sus andares firmes y
seguros denotaban su habilidad de no dar un paso sin meditarlo cuidadosamente. Pero
sin duda, el talento más extraordinario del señor Gutiérrez era su amor
desmesurado por el dinero que lo llevó a traspasar los límites más
inverosímiles de la corrupción. Todos sabéis su trágico final; merecido o no, os toca ahora juzgarlo. Pero, sin duda fue el más aplaudido.
CITAS
Hay días que amanecen sólo para que uno pueda seguir soñando. Días en los que uno siente que el lance merece la pena, que el latido sigue ahí y que ni puedes ni quieres prescindir de él, que es posible derrotar miedos y vencer temores. Días en los que la magia de una sonrisa acude para salvar tu alma. Días en los que un gesto cómplice o una mirada en eterna sorpresa son capaces de ordenar el desorden de tu mundo puesto del revés. Días en los no cabe más la ternura. Días en los que el tiempo se detiene y el resto del universo carece de toda importancia.
Hay días en los que uno se alegra de estar vivo. O de que exista alguien que le haga sentirse así. Vivo. (Pedro de Paz)
Hay días en los que uno se alegra de estar vivo. O de que exista alguien que le haga sentirse así. Vivo. (Pedro de Paz)
jueves, 15 de agosto de 2013
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