CITAS

Hay días que amanecen sólo para que uno pueda seguir soñando. Días en los que uno siente que el lance merece la pena, que el latido sigue ahí y que ni puedes ni quieres prescindir de él, que es posible derrotar miedos y vencer temores. Días en los que la magia de una sonrisa acude para salvar tu alma. Días en los que un gesto cómplice o una mirada en eterna sorpresa son capaces de ordenar el desorden de tu mundo puesto del revés. Días en los no cabe más la ternura. Días en los que el tiempo se detiene y el resto del universo carece de toda importancia.

Hay días en los que uno se alegra de estar vivo. O de que exista alguien que le haga sentirse así. Vivo. (Pedro de Paz)






martes, 17 de enero de 2012

TIEMPO MUERTO







01. ESPERANDO LA MUERTE.
Los días se suceden. Lentamente. Desde tu huída hacia el sur, estoy a la espera. ¿De qué? Cada día me lo pregunto.¿Quizás debí seguirte aquel día en que te fuiste? Sólo me queda el recuerdo inmortalizado en las fotografías de la pared del cuarto que compartíamos, hace ya tanto. Tu recuerdo, Max, y aquellos días felices con nuestros amigos, sonrisas, carcajadas, abrazos. Sólo me queda tu ausencia, tu abandono en esta habitación vacía. Fuera la nieve se hace más densa. El invierno ha dejado un paisaje tan bello como inhóspito. Hace siete meses que vivo apartado del mundo, subsistiendo en esta casa deshabitada. Nuestra aventura se ha truncado. Las provisiones escasean. Espero la muerte.

                02. QUISE SEGUIRTE
Quise seguirte, pero al ver aquel cuerpo engullido por la nieve, me asusté. Ni siquiera me acerqué a ver si  se trataba de una ilusión. De lejos, divisé unas ropas oscuras destacando sobre un manto nevado. Corrí de vuelta a mi punto de partida, el corazón encogido por no verte nunca más. Al saltar la cerca que rodeaba la casa, me herí gravemente. El clavo que había quedado al descubierto se hundió en mi carne provocándome una herida sangrante y profunda. Me siento solo, Max.

03.   HAY COSAS QUE NUNCA CAMBIAN
Desde tu partida, no he vuelto a pisar la segunda planta de la casa. Mi pequeño habitáculo es el único lugar donde me siento protegido. Las huellas de mi sangre derramada todavía persisten en el baño; sangre seca que nadie limpiará, ni siquiera yo. Pero, hay cosas que nunca cambian: los dibujos de mi diario me recuerdan que necesito una mujer.

04.   DESESPERACIÓN
Un mes más de soledad y me volveré loco. En mi desesperación, pierdo la paciencia. Ni siquiera la música o el dibujo pueden aliviar este dolor. Siento rabia. Salgo al balcón y al intentar estrellar la guitarra contra la balaustrada, distingo a lo lejos una mancha oscura en movimiento que se acerca. La silueta de una persona cayendo en la nieve me devuelve la esperanza.

05.   COMPARTIR
A pesar del invierno, Chloé llegó como agua de mayo. Tuve que reanimarla frotando su cuerpo para entrar en calor. Sólo queda comida para un mes, quizás menos, ahora somos dos. La sopa le sentó bien. Se durmió y me quedé observándola toda la noche. Mis oraciones han sido atendidas.
Por la mañana, recorté mi  barba que había crecido considerablemente estos últimos meses. No quería aparentar ser un obseso sexual.
—¿Estás mejor? — pregunté con voz tímida.
—Sí, gracias —contestó ella.
—Me has salvado la vida. He tenido mucha suerte. Mi nombre es Chloé, y tú ¿cómo te llamas?
—Michel, Michel Noyer. ¿Puedo dibujarte?
Se rió al ver como cogía el lápiz entre mis dedos. Extendiendo mi brazo al frente, calculaba la perspectiva. Simuló hacer lo mismo mostrándome su pulgar y una dentadura perfecta.
—¿Eres un artista? —me preguntó, mirando los dibujos colgados en la pared.
—Un simple aficionado —dije levantando la mirada.
El  cansancio había hecho estragos en mi rostro después de muchas noches de insomnio.

06.   LA VIEJA HERIDA
Hace tres semanas que apareció Chloé. Hasta ahora, he conseguido ocultarle mi vieja herida. Esta mañana, me tocó el antebrazo y emití un grito que no pude reprimir. Se dio cuenta que llevaba una venda.
—Confía en mí, soy enfermera y he visto en el hospital heridas aún más grave que ésta —me dijo viendo que apartaba mi brazo con recelo.
Después, se lo entregué y al destapar la herida se horrorizó. Luego, se enfureció:
—¿A qué juegas? Eres un inconsciente. ¿Crees que no me he dado cuenta que apenas comes? La herida está infectada, ¿sabes que esto te podría costar la vida?
Corrió a la búsqueda de cualquier cosa que pudiera utilizar como instrumental quirúrgico: un cubo de agua caliente, cubiertos, botellas de ginebra, aguja, hilo, tijeras, vendas…

07.   EL VIAJE
Esta mañana, en el desayuno, Chloé me enseñó un mapa de la región con un trazado señalado en rojo. Le pregunté de qué se trataba. Contestó con calma y sangre fría: “Las provisiones se han acabado, sólo nos queda una oportunidad de supervivencia, planear nuestro próximo viaje hacia el sur”. Me inquieté: los caminos del sur eran inciertos. Las imágenes del cuerpo de Max sobre la nieve volvieron a atormentarme.  Sentí la mano de Chloé sobre la mía y sus labios me aseguraron: “Confía en mí, la vida es una aventura, la única que merece la pena ser vivida.”

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