CITAS

Hay días que amanecen sólo para que uno pueda seguir soñando. Días en los que uno siente que el lance merece la pena, que el latido sigue ahí y que ni puedes ni quieres prescindir de él, que es posible derrotar miedos y vencer temores. Días en los que la magia de una sonrisa acude para salvar tu alma. Días en los que un gesto cómplice o una mirada en eterna sorpresa son capaces de ordenar el desorden de tu mundo puesto del revés. Días en los no cabe más la ternura. Días en los que el tiempo se detiene y el resto del universo carece de toda importancia.

Hay días en los que uno se alegra de estar vivo. O de que exista alguien que le haga sentirse así. Vivo. (Pedro de Paz)






martes, 20 de diciembre de 2011

ÁRBOL DE FUEGO

                                       


La intensa lluvia golpeaba los cristales de la ventana de la alcoba de Lorena. Al amanecer, se incorporó en la cama y echó un vistazo por la ventana: el viento despiadado había arrancado de cuajo el árbol que meses antes, ella y Javier, habían plantado en el jardín. Abrazada a la almohada húmeda, sintió escalofríos, los fantasmas de la noche habían dejado profundos surcos en su rostro y en su ánimo. Al contemplar el árbol de fuego desparramado sobre un manto de hojas secas, recordó su testarudez al elegir una variedad tan exótica. Sus raíces superficiales ni siquiera han podido resistir una noche de tormenta.

          —Lo nuestro no es amor verdadero, pero fue bonito mientras duró—fueron las últimas palabras de Javier antes de salir de la  vida de Lorena para siempre.

          Una punzada atravesó el corazón quebrado de la muchacha. Aquella frase hecha, vertida por unos labios deseados y hasta venerados, era la explicación que él daba a una historia de amor que ella creía inmortal. Aquellas noches tórridas donde sus cuerpos se unieron con compases rítmicos, sin jamás desafinar, no podían quedar en el olvido. Las recordaría mientras le quedara un soplo de vida. Aquellas risas compartidas en el desayuno y en la cena durante tres meses ¿no eran reales? Si no lo fueron, él podría haber  ganado el galardón al mejor actor principal de esta comedia.

             —Te quiero, amor mío.
            Palabras vacías arrojadas en el fragor de la pasión, hoy resuenan como un escabroso comentario sin significado, sin valor.

           Se dirigió al cuarto de baño para aliviar el dolor de su enrojecido rostro. Abrió el grifo y vio como manaba el agua, cayendo sobre sus palmas unidas. Acercó su semblante trémulo y pensó que podría mitigar su tormento. Al incorporarse, frente al espejo, comprobó que su rictus seguía compungido. Se esforzó en sonreír y comprobó que una mueca la había desfigurado para siempre.

               —Quiero morir—gritó Lorena.



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